No puedo dudar de la fuerza de la oración. Sabes que recé, lo sabes, de sobra. Y allí estabas. Te acordaste de mí cuando tomaste la decisión. Te rendiste en cuanto me viste, porque mi sonrisa era de triunfo, y tu cara era el demonio sintiéndose derrotado. No sé qué parecía más un cuadro, si los de mi vestido o mi cara. No me haces ni puñetero caso, tampoco a Dios, pero me cantas con un ukelele Somewhere over the rainbow. Aprendí a creer en los arcoiris por ti, porque el primero fue en el viaje en que creía que entendía mi historia. El siguiente fue cuando no entendía absolutamente nada, pero era fue en tu ciudad. Y así uno detrás de otro, con gente diferente.
Y Somewhere over the rainbow es la canción que me habla de mi alianza con Dios. Y me la cantas tú. Te olvido y te traigo a mí de nuevo. ¿Hasta cuándo? ¿Voy a olvidar alguna vez aquello que nunca tuvimos? ¿Hubiéramos sido felices? No, no estabas preparado para dejar de pensar en una vida en común con ella y me habrías destrozado más de lo que hiciste? ¿Va a dejar alguna vez la gente de mandarte indirectas para que me invites a tomar un café? ¿Vas a alguna vez a olvidarte de ella y seguir adelante? Porque solo cuando tú te des cuenta de que estás perdiendo tu vida, solo cuando estés dispuesto a vivir sin ella, entonces quizás y solo quizás, a ti también se te aparezcan arcoiris como señal de alianza con Dios. No creo que nunca vuelva a pensar de verdad en "Aquí te estaré esperando", pero de vez en cuando...
De vez en cuando hay que pensar que, si no eres tú, hay algo mejor para mí.