Dos bodas que me han recordado lo afectiva que soy. Una enfermedad que me escandaliza, aunque para eso siempre he sido muy racional. Unas no ganas de cambiar mi vida pero con ganas de que cambie radicalmente. Una nueva acompañante. Un cumpleaños que me recuerda lo irreparable. Dos horas de autobús que me pesan más que la mochila. Mi hermana ha decidido qué carrera quiere hacer y a mí me ilusiona más que a ella.
Y es que, a pesar de todo, sigue habiendo arco iris que me recuerdan que vivo enamorada de vivir.
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