Alguien me contaba una vez que nombrar a alguien, llamarlo por su nombre, significa crear un lazo con esa persona. No le das la suficiente importancia a alguien hasta que no lo llamas por su nombre. Con el paso del tiempo, esos nombres se acortan. A mí se me quedará eternamente el Sofi, y estoy tan acostumbrada a esa pérdida de la a que nunca la echo de menos.
Pero lo más bonito de cuando entablo una relación con alguien, es esa fase en la que todavía no ha aparecido la ocurrencia de llamarme Sofi. Y es entonces, cuando empieza a haber complicidad, cuando sí aparece en su boca mi nombre entero. Sofía. Lo juro y lo perjuro. Adoro que me llamen por mi nombre entero. Adoro mi nombre cuando se pronuncia de manera entera. Al 100%.
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