domingo, 29 de julio de 2012

PradoLuengo.

No ha sido luengo, sino bastante corto este tiempo. Catorce días exactos fuera de casa. Catorce días de cargar pesos, de montar baldas, de pensar en rutas, de meternos por caminos estrechos, de cenar a la luz de la linterna, de dormir en saco, de estar sucio, de lavarse poco los dientes, de amaneceres de cielos azules, de aceptar responsabilidades, de conocer gente, de descubrir personas, de crecer como persona, de subir montañas, de bajarlas, de sonrisas, de achuchones, de limpiar platos, de escuchar canciones, de rasgueos de guitarra, de tomar decisiones, de recuperarme y resucitar, de conocer gente con luz, de dejar de dormir, de volver a soñar, de bailar, de lluvia y tormentas eléctricas.

De vivir. 

Mis amigos dicen que si un campamento me replantea la vida qué no hará el Tíbet. No es el campamento. Solo las personas. No quiero dejar de sentirme así nunca. No quiero que esto desaparezca. 

Gracias. Y muchas.

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