En mi vida he sentido como en los últimos tiempos que no puedo controlar lo que me pasa. Es decir, sé perfectamente que no puedo controlarlo, pero tengo el recuerdo de que al menos podía decidir qué hacer cada día. Siempre tenía algún plan que hacer. Pero ha llegado un momento en que tengo que elegir y sé que no puedo hacerlo todo. No puedo quedar con todo el mundo que me gustaría. No puedo quedar con todo el mundo que me pide quedar. No tengo tiempo, a veces tampoco ganas. Y entonces esa gente con la que no puedo quedar se enfada, y eso hace que me encierre todavía más en mí misma. ¿Por qué nadie entiende que tengo veinticinco mil cosas que hacer y que necesito ESPACIO? Que he nacido para darme a los demás, sí, pero dentro de un límite. Odio que me estén agobiando con "A ver cuándo quedamos" y que me lo digan las mismas personas una vez al día. Y claro, parece que la egoísta soy yo. Me encantaría saber dónde está la línea, dónde termina su egoísmo y empieza el mío, o viceversa.
Por eso ayer decidí dejar de lado lo que los demás han pensado para mí y plantarme en Antxeta. Porque por un momento quería ser yo la que decidiese, sin pensar en lo que está bien o está mal. Las ganas se me comían y convencerme fue tan sencillo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Te atreves a decir algo?