sábado, 28 de mayo de 2011

Día 33, aunque debería ser 32 porque sigo pensando en ayer.

Fátima fue un antes y un después.

Lo fue, Sarai, lo fue. Fue una alegría verte ayer. Fue una pena tener que decirle a Gabri que yo no iba, no iba a tenerme ahí para cantar con él Corazón de Tango, la única canción que se sabe con la guitarra. No pasa nada, te ayudará mi hermana.

Pero ayer rescaté un recuerdo que había olvidado, no sé si consciente o inconscientemente. El cerebro es inteligente y se encarga de olvidar lo que nos hace sufrir, quizá por eso aquello que tan feliz me hizo lo borró. Lo recordé cuando Emiliano se bajó del autobús con una pegatina enorme para ponerla en la parte de atrás, donde ponía PAÍS VASCO y alguna referencia a la Jornada Mundial de la Juventud.

Y entonces me vino a la cabeza el último mayo, yo con mi chaqueta quechua morada y las zapatillas vaqueras, esas en las que Mario escribió Whatever they say, I'm not y que enterré después de fiestas de Bilbao. Íbamos a bajarnos del autobús cuando Emiliano nos llamó, a ti y a mí. Podía haber llamado a cualquier otro y nos llamó a los dos. Poner el cartel juntos en el autobús estuvo genial. Aquel momento lo vieron todos los que estaban allí, aquel momento fue todo lo que pudimos haber sido y nunca fue. Menos mal que ayer no estabas, porque ayer se me empañaron los ojos de nostalgia.

Pero solo por un momento.


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