domingo, 16 de enero de 2011

Nada se pierde, todo se transforma.

Las heridas solo dejan de doler cuando están cerradas del todo y queda una cicatriz muy muy fina, de esas que pasas por encima el dedo y no duele. Y te ríes, quizá con amargura, porque todo aquello nunca debió suceder. Pero, ¿sabes qué? Que hemos vuelto, más fuertes que nunca, más nosotras que nunca.

Aquello no pudo con nosotras cuando pareció que lo haría. A ratos pienso que yo tenía razón, me arrepiento a ratos, mi orgullo también se arrepiente. Pero no me arrepiento de haber pedido perdón, de haber cedido veces, de haberte visto a ti ceder otras tantas por mí cuando no me lo merecía...

Me sigues sacando de quicio, pero hoy es el día en que puedo decir que no te mereces todo lo que pasó con Cristian. Te mereces mucho más a Jon.

2 comentarios:

  1. Es lo bueno de las cicatrices, que ya no duelen y hacen más fuerte gracias a lo que te han hecho pasar.

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